Después del concierto de ayer,
a lo dicho el año pasado no tengo nada más que añadir así que os voy a contar más o menos lo primero que se me pase por la cabeza.
Hace una pila de años estaba yo en el FIB viendo a un grupo de Britpop (vamos a hacerlo como en el tomate y no pongo los nombres que queda un poco feo) venido a menos y el cantante estaba empeñado en que el público cantase con él desde la primera canción. Aquello me pareció un poco exagerado porque el público estaba frío todavía - luego se animarían- y no hay que forzar nunca a los espectadores la participación del respetable en un concierto tiene que ser siempre una cosa espontánea. De aquel concierto salí con la idea de que los anglos aquellos eran un poco cansinos, que tenían algunos temas buenos pero que en fin aburrían.
Ayer fui a ver al pingüino con un miedo irracional a que una vez superado el efecto sorpresa de la verbena del año pasado, no lo flipase tanto como en la ocasión anterior. Mis temores estaban lejos de la realidad ya que en el momento que arrancó el organillo, ya estábamos rimando a voz en grito pena con escena y de ahí ya todo seguido hasta que conjuntamos aviones a reacción con diversión. De lo de ayer salí encantado de la vida, agradecido a una organización/público estupendo y convencido de que nos queda pingüino para rato.
Con está comparativa demagoga -cada uno que saque sus conclusiones- y como siempre traída por lo pelos (no tengo intención de emular el periodismo de mi tocayo Lenore) os dejo. Para otro día tengo pendiente una reflexión más descabellada si cabe sobre el tema
Arqueología en mi jardín, las huertas de los prejubilados de Hunosa y
ésta noticia.
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