Javier Marías: Los defensores contraproducentes

De la misma manera que hay elogios envenenados y amigos que nos perjudican, hay cosas a las que con frecuencia les salen defensores contraproducentes, y entre las que más los padecen están el libro y la lectura, cuya muy esforzada fiesta se celebra hoy, más o menos. Soy lector voraz desde la infancia, y si algo lamento de escribir yo libros, es que hacerlo me quite tantísimo tiempo para leer los de otros: por cada página a mí debida (que tantos agradecerían que me ahorrase), dejo de disfrutar unas cincuenta ajenas, y quizá es un cálculo optimista. Con los elogios dañinos lo tiene uno claro: a mí me preocuparía mucho y me llevaría un gran disgusto si un día los recibiera, cómo decir, de Sánchez Dragó o Trapiello o Jiménez Losantos (por suerte no hay peligro), y anduve muy feliz y “corroborado” cada vez que Campmany, el columnista franquista, me dedicaba algún insulto, significaba que estaba en la buena senda. Con los amigos perjudiciales el asunto es más confuso, porque al fin y al cabo son eso, amigos, y uno no puede por menos de ver la excelente intención que los anima cuando nos ponen sin querer en un brete o no nos dejan respirar con sus solicitaciones. Con los defensores que hunden, la cuestión es aún más ardua, porque no va uno a abandonar, por su culpa, lo que le parece magnífico y le proporciona placeres y saberes sin cuento, pero tampoco puede hacer caso omiso de los tiznones que sobre ello arrojan esos paladines con sus obviedades, sus lugares comunes, sus cursilerías y su actitud mendicante, por no decir casi ceniza.

Javier Marías hace una apasionada defensa de la lectura en La zona fantasma publicada el 23 de Abril de 2006. Con esto quiero reivindicar al escritor madrileño ahora que le quieren silenciar los de la AVT y le llama ''uno de los males mayores de la historia de la humanidad" el hombre que llevó a Jose María Aznar a su programa de literatura: allí el ex-presidente mintió descaradamente diciendo que leía, entre otros, al padre de Marías.