Sea
change de Beck es uno de ésos álbumes de transición tras dar el pelotazo en los
que nadie se fija demasiado. Pensándolo después de tantos años, imagino que el
título se refiera a un cambio de marea, a darle un cambio de orientación a lo
de siempre. Muy apropiado para estos días de cuesta de enero que no deja de ser
una expresión para la tristeza postcoital de la -siempre supuesta
grandilocuente- despedida del año. Intentaré mantener un discurso ordenado así
que demos un salto atrás y volvamos al punto de partida: en el LP ése hay un tema
que es el del que vengo a hablarles hoy, se trata de Lost Cause.
Como
todas las buenas canciones se puede someter a diferentes lecturas. La más
superficial sería que la temática es la ruptura, qué mal lo estoy pasando nena
y demás. ¿Quizá una típica canción pseudocountry de perdedores con gente que
bebe y chicas que son de todos y de nadie a la vez?. A mi me gusta entenderla
como una estampa del héroe cansado que sigue luchando, casi convencido de que sus
esfuerzos son en vano. Como Sísifo empujando la roca arriba de la montaña una y
otra vez.
Es
una versión claramente subjetiva ya que mi idea es que en esta vida venimos a
pasar al menos un rato divertido, contar la misma historia –con camisas
hawaianas quizá- y elegir nuestra guerra particular con la que emplear el
tiempo, fichando a tiempo completo o parcial. Entiendo que a mi me ha tocado en
la tómbola del mundo la defensa de mi villa. Así dicho no parece una tarea
hercúlea, ni algo fuera de los estándares habituales pero es que tanto y tan
malo ha llovido en los últimos años…sin duda su plan es convencernos en primer lugar de que sobra
tanta gente y por ende (una ciudad está hecha de personas, no de piedras) esos
mismos quisieran que tantos lugares se convirtiesen en superfluos. Créanme que
estos hombres grises que nos azotan nunca se han sentido cómodos en todas estas
ubicaciones que quieren hacer desaparecer.
Así
resulta que yo vivo en Mieres, una villa situada en el centro de Asturias y ya
vinculada siempre a un pasado industrial y minero. Paradigma de todo lo que
trajo y que se llevó las trasformaciones sociales vinculadas a la extracción
del mineral. Hubo miseria, tiempos de vacas gordas y de vacas flacas, épocas
donde los obreros se apretujaban en hórreos porque no tenían donde vivir y
otras donde los edificios se construían a sabiendas de que se iban a quedar
vacíos. El milagro de la reconversión no del agua en vino sino del agua (del
río negro) en agua de verdad. Rioturbio fue de golpe y porrazo una toponimia
anacrónica. Hubo de todo un poco sólo con
lo que yo recuerde, que me hayan contado y que sea capaz de comunicaros con mis
cortas entendederas (para explicar algo hay que superar tres duros filtros:
conocerlo, entenderlo y poder expresarlo con palabras). Tengo media idea de que
hasta dónde yo sé nadie se hizo rico trabajando, de que unos se dejaron la
salud y de que se quedaron más mujeres viudas en los pozos que en las plazas y
ruedos.
Se
diría entonces que somos un pueblo de currantes, que conste que hay muchos
otros y que no le doy –ni le damos más mérito- que el de serlo y el de seguir
trabajando o al menos querer seguir haciéndolo. Claro que para definir lo que
es un obrero, empresa que sin duda me viene grande, a lo mejor lo podemos hacer
definiendo lo que no somos, trazando un esbozo de uno de los que mandaban
entonces o ahora. Porque tengo la sospecha también de que vienen a ser los
mismos, quizá con alguna incorporación al bando de sus amigos como lo son los
llamados nuevos ricos. No puedo negar que en este grupo de personas, al mismo
tiempo amados y odiados por los viejos acaudalados, algunos de los nuestros
fueron enrolados convencidos de que a ellos no les aplicaba la frase aquella de
que siempre las habrá. Se ve que se quitaron la boina o el casco y se les
enfrío el cerebro y se les calentaron los cascos.
Hay
que dejar claro que en cuanto a tipología humana aquí hay de todo eh y que
lejos de mi intención está el abrir un debate identitario. Eso sólo nos lleva a
lo de siempre, que es acabar discutiendo por el nombre que tienen que tener las cosas. Dándole
cancha a quien tiene por objetivo inventarse lo que haga falta. Sólo por un
trozo más de pastel. El enemigo –de
existir éste- es otro y hay que tenerlo bien identificado. Algunas de las
recreaciones de lo que se supone que es el hombre de las cuencas o de Asturias
en general, me preocupan por lo tópico y por lo superficial. No se trata de
hacer ontología de la madreña y el fajín en Asturias pero tampoco de contar
nuestro recorrido como si esto fuese como la serie de dibujos de los años 80
“Érase una vez el chigre”. Repito: no basta sólo con conocer los hechos, hay
que analizarlos para poder compartirlos con la comunidad. Tomen nota también de
que eso cuesta dinero y tiempo.
Como
tengo que ir encauzando este panfleto hacia el final y no veo la manera así que
vuelvo a repetir tics y trucos, ya ven que tengo demasiados de los primeros y
pocos de los segundos, y les digo lo que no quería que fuese este escrito.
Desde luego que nunca jamás de los jamases hubiese querido escribir un
panegírico nostálgico de los que comienzan hablando de forma melindrosa y
almíbarada de otros tiempo menos aciagos, recaen en el costumbrismo de
mercadillo de citar la mejor tortilla de Mieres que es la de La Gloria (es el
Vendevinos pero ustedes me entienden) y concluyen con un final de esos
lacrimógenos de qué feliz era cuando era un guaje y jugaba al cascayu (se suele
meter algo de cuota asturianista para que quede contento todo el mundo). No es
ésa mi liga y en el fondo me resulta algo todavía más irrelevante que este
mismo artículo y sobre todo más cansino. Bodrios de ese estilo se escriben bien
e incluso puede que se amorticen desde Gijón o La Fresneda. Gentes varias de
esos que se sienten desaprovechados (¿?) en su patria chica. Luego vuelven
todos henchidos de orgullo, como el marinero que se fue a ultramar a hacer
fortuna. Pero no cuela, a la mayoría no los vi pasar de Gijón y el alcalde áquel que era un zorro peligroso no era de
Marina Civil sino Matemático. Simplemente son renegados a los que les gusta
hacer leña del árbol caído. Basta con irse chavales, el resto es pasarse de
listos.
En
fin, ya no me quiero extender mucho más y no tengo claro haber cumplido los
objetivos mínimos pero ahí queda éso. La idea es que yo sigo viviendo aquí en
Mieres como mi causa perdida particular. Aunque los reyes quieran ahora
llevarse el carbón en vez de traerlo. Ya abrirán las minas en otras ubicaciones
en este marasmo deslocalizado de Dios, de eso no me queda duda. Que nos quieren
hacer desaparecer o movernos a donde a los de siempre les venga mejor. Nada
nuevo bajo el sol. Igual a lo pijo seguimos luchando y lo sacamos adelante. Al
menos escúchense la canción de Beck. Es bonita y les hará sentir bien.
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