I once had a dream so I packed up and split for the city

martes, octubre 21, 2014

La música del coche de mi padre

Para estar un poco más a mis anchas en esta época de carpooling que nos ha tocado vivir, llevo conduciendo desde hace un par de años un utilitario quasiheredado de mi padre. Un Astra de más de diez años de conducción un tanto torpe, siendo reforzada esa sensación por el hecho de que el modelo en cuestión -quizá adquirido bajo la influencia de la primera ola culona de los noventa con JLO a la cabeza- es el de maletero grande.

El acabado es tosco, todavía quedaban lejos los apañados interiores que se gastan los Opel hoy en día. Prueba de ello es que -siendo un anacronismo ya en aquellos años- no viene equipado con un reproductor de compact disc. Lo que me lleva a tener que acarrear una sinfín de cintas de vistosos coloridos y llamativas portadas algunas obra mía y otras de la familia política. Con su característico ruido de cajas chocando entre sí, producido por el traqueteo vinculado a lo irregular del asfalto. Esta crisis es también la era del bache.

A lo que voy es que para quitarme de encima todas esas cintas me compré un reproductor MP3 muy muy básico de los que funcionan por radiofrecuencia. Comprimí unos cuantos discos y por qué no decirlo -si quiere que venga a por mi la guardia civil que tengo unos cuántos discos originales más que ellos con toda seguridad- me descargué otros tantos. No fueron LPs al azar sino que los fui seleccionando sabiendo que serían del gusto de mis padres. Pocos placeres hay mayores que el gusto de tomarse el tiempo necesario para prepar una lista canciones, pensando en la reacción que producirán en el oyente. Se podría llamar el sentimiento de anticipación DJ.

Está feo que lo diga yo pero no hay un disco malo. Olvidados quizá unos cuantos como el Verde de Víctor Manuel o las malas lenguas de los hermanos Auserón un poco deslucido porque no lo comprimí bien y el reproductor se queda trabado siempre. Bruno Lomas, Los Salvajes, Los Beatles, La Lupe y por supuesto Mocedades. No se puede decir el tópico ése de que hay de todo un poco porque en el fondo sólo hay una cosa: excelentes canciones.

Lo que me lleva a cuando aparco en la cochera -en el vaticano, el único edificio de Mieres capaz de competir en fealdad con el mío- y me quedo pensando un rato en la penumbra...qué cosa buena es ésa: dejar que sedimenten un poco los acontecimientos centrifugados por el día. Con el ruido de la ventilación de fondo animándome a la meditación como si de cuencos tibetanos se tratasen, me paro a darle vueltas a si es justo lo siguiente: tanto tiempo dedicado a la gran sensación recién llegada a la escena, al astro musical que genera un campo gravitatorio tan fuerte que arrastra a multitudes en peregrinación -a pesar de que en realidad no estén muy interesados ni en la música en general ni en la suya en particular- y tan poca reivindicación de la música del coche de mi padre.

Al final, no creo que haya salida a esa disyuntiva sino simplemente debemos seguir adelante: siendo conscientes de que no estamos viviendo una época histórica a cada momento pero también huyendo de la nostalgia, que tiene trampas tan peligrosas como toda esa memorabilia que apesta las redes sociales. Se trata de aprovechar los gigantes que hubo antes para subirnos en sus hombros y ver lo que lo va a venir después. El tema no es que los años nos pesen, es entender a dónde nos están llevando.